La Liturgia

1. Características de la liturgia cartujana

Según las palabras de Guigo I, primer legislador de la vocación cartujana, la liturgia es la parte más noble de nuestra vida. La liturgia de los cartujos está marcada por su vocación eremítica. El canto gregoriano, que les es propio, es un elemento de su patrimonio conservado desde sus orígenes; es portador de interioridad y de sobriedad espiritual. Desde su llegada a la Cartuja, san Bruno y sus compañeros constituyeron una liturgia particular adaptada a su vocación eremítica y a la reducida dimensión de su comunidad. A lo largo de los siglos, nuestros padres han velado por conservar esta liturgia propia, en consonancia con nuestra vida solitaria y contemplativa. Los textos y las rúbricas de la liturgia cartujana han sido revisados siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II.

En comparación con la liturgia romana, el rito cartujano se caracteriza por una gran sencillez y sobriedad en las formas exteriores, las cuales favorecen la unión del alma con Dios, más allá de las expresiones visibles y sensibles. Algunos elementos propios de nuestra liturgia son: los numerosos tiempos de silencio intercalados, la prohibición de todo instrumento musical, el canto gregoriano sobrio, la ausencia de polifonías. Por otra parte, casi todos los textos cantados están tomados de las Escrtituras.

2. El Sacrificio Eucarístico

La celebración del sacrificio eucarístico es el centro y la cumbre de la vida comunitaria: cada día los monjes se reúnen para celebrar la Pascua del Señor. La cartuja ha conservado hasta la actualidad un rito de la misa propio que data de los siglos XI-XII; este rito tiene sus orígenes en la tradición monástica pero que sigue siendo una rama del rito romano. La eucaristía sólo puede concelebrarse en los días en que la vida cartujana reviste un carácter más comunitario: domingos y grandes fiestas. Los demás días no hay más que un celebrante en el altar, y la plegaria eucarística se dice en voz baja. La comunidad participa a esta liturgia eucarística por el canto gregoriano, la oración interior y la comunión. La comunidad se postra para adorar en el momento de la consagración. Es característico del rito de la misa cartujana que el sacerdote esté casi siempre solo en el presbiterio (los otros ministros se retiran una vez terminado su servicio), que mantenga los brazos en cruz durante la plegaria eucarística, y que no haya bendición final. El sacerdote se postra en las gradas del altar antes (para prepararse) y después de la misa (para dar gracias).

En otro momento del día, normalmente después de la misa conventual, cada monje sacerdote celebra los santos misterios en una capilla solitaria, haciendo suyo el alcance universal propio del sacrificio eucarístico. Momento de intensidad y de recogimiento.

3. Los Oficios de las Horas

Otro tiempo fuerte de la jornada litúrgica es el oficio celebrado en la iglesia a media noche (Maitines y Laudes): durante dos o tres horas, según el día, se alternan el canto de los salmos con lecturas de las Sagrada Escrituras o de los Padres de la Iglesia, tiempos de silencio y oraciones de intercesión. Este largo oficio nocturno es particularmente apreciado por todos los cartujos. En él, cada uno, unido a todos sus hermanos, aunque de una manera personal, puede vivir una intensa y profunda comunión con Dios.

Las piezas notadas (antífonas, responsorios, himnos, propio de la misa, kyrial) se cantan siempre en latín, según las melodías gregorianas propias de los cartujos. Algunas casas de la Orden cantan la salmodia en lengua vernácula, otras en latín. Las lecturas se hacen en principio en lengua vernácula. En la celda, cada uno puede optar por recitar el oficio en latín o en lengua vernácula, según su propia inclinación.

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Hacia el fin de la jornada, los monjes se encuentran de nuevo en la iglesia para celebrar el oficio de Vísperas. Las otras partes del oficio las celebra cada monje en su celda, excepto los domingos y ciertos días de fiesta, en los que se cantan en la iglesia. Además del oficio divino, los cartujos recitan diariamente en la celda el oficio de la Virgen María y, una vez por semana, un oficio especial por los difuntos: interceden entonces ante Dios para que acoja en su Reino eterno a todos los que han dejado este mundo.

Volver sin cesar al oficio divino, a lo largo de la jornada, constituye una ayuda inestimable para alcanzar la meta del monje, que es la oración continua.

4. La santísima Virgen María

Notre-Dame du Rosaire, Chartreuse de Miraflores

«Todos nuestros yermos están dedicados, en primer lugar, a la santísima Virgen María y a san Juan Bautista, nuestros principales patronos en el cielo… Además del Oficio divino, nuestros Padres nos transmitieron el Oficio de la bienaventurada Virgen María, cada una de cuyas Horas suele preceder a la Hora correspondiente del Oficio divino. Con esas preces se celebra la perenne novedad del misterio por el cual María engendra espiritualmente a Cristo en nuestros corazones» (Estatutos 10,10 y 21,12). Además de esta expresión de nuestra devoción hacia ella, a quien solemos llamar ‘Madre singular de los Cartujos’ (Mater singularis cartusiensium), la veneramos y honramos rezando el Ángelus cuatro veces al día (mañana, mediodía, tarde y al final de Laudes); rezamos un ‘Avemaría’ cada vez que, al volver del claustro, entramos en nuestra celda, en una pieza destinada a tal fin; una vez por semana se celebra una misa conventual en su honor, normalmente cada sábado, en todas las Casas de la Orden; la nombramos en nuestra fórmula de profesión… Más allá de estas tradiciones, a cada uno se le anima a cultivar una relación viva, filial y llena de ternura hacia la Madre del Señor. En la Cartuja, ella conserva plenamente su papel de conducirnos a Jesús. «María, figura de la Iglesia, Esposa sin arruga y sin mancha, quien, imitándote, ‘conserva virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero’ (LG 64), sostén a las personas consagradas en el deseo de llegar a la única y eterna bienaventuranza» (Vita Consecrata, 112).

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Gracias a la liturgia, la cartuja no es un grupo de solitarios aislados entre sí; por el contrario, se convierte en una verdadera comunidad monástica, manifestando así el misterio de la Iglesia y encontrando en ella su lugar por el culto público que le rinde a Dios.

5. Escuchar

Algunas piezas de la misa y lecturas litúrgicas en la Gran Cartuja.

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