«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María a elegido la mejor parte, que no le sera quitada.»
(Lucas 10, 41-42)
Aquí explicamos, por etapas, el horario de una jornada típica de un día de semana para un monje de claustro, señalando algunas particularidades para los hermanos conversos. Se trata de un horario típico que, en la realidad, varía un poco según las casas, aunque manteniendo la misma estructura.
Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas son los nombres de los oficios litúrgicos que marcan el ritmo de la jornada. Algunos se cantan en la iglesia, en común, otros se recitan en soledad, en el oratorio de la celda. Cada hora del oficio diario es precedida o seguida por el oficio de la Santísima Virgen, característica cartujana que pertenece a una tradición muy antigua.
1. La noche: el gran oficio nocturno
23.30: Levantarse. Maitines de la Virgen María. Oración personal en la celda. Los hermanos se levantan a medianoche.
00.15: En la iglesia, oficio de Maitines seguido de Laudes. Ángelus.
Entre 02.15 et 03.15 de la madrugada: Regreso a la celda y acostarse después de recitar Laudes de la Santísima Virgen.
En el corazón de la noche, cualquiera sea la estación, todos los días sin excepción, los cartujos están en la iglesia, donde se congrega toda la comunidad, para este largo oficio compuesto por Maitines y Laudes. Los cartujos rezan mientras el mundo duerme. Por la noche, como un centinela, el cartujo permanece levantado, delante de Dios, para alabarlo, para escuchar su Palabra, para asumir los sufrimientos y las preocupaciones del mundo. Este oficio, más o menos extendido según los días, representa uno de los momentos más ricos de la jornada cartujana.
El oficio de Maitines se caracteriza por la recitación cantada de los Salmos, intercalada con lecturas bíblicas y patrísticas, momentos de silencio, y oraciones de intercesión. Puede ser en latín o en la lengua propia del país donde se sitúa el monasterio. Las Laudes son un oficio de alabanza y acción de gracias por el día que asoma.
Cuatro veces al día, la oración del Ángelus (en la Cartuja compuesta sólo por tres Avemarías) venera el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Recuerda la visita del ángel Gabriel a la Virgen María, durante la cual acepta ser la madre de Cristo, pronunciando el «sí» que encamina a la Humanidad y a la Creación entera hacia la Redención.
De regreso en la celda, el cartujo vuelve a su oratorio para una última oración antes de reanudar su descanso: las Laudes de la Santísima Virgen. Ya sea en tiempo ordinario o en tiempo de fiesta, este breve oficio teje a lo largo del día del cartujo una suerte de hilo conductor que lo une a la oración de la Madre de Cristo, que es también la suya.
Cuando los hermanos no se quedan en Laudes, hacen en la celda, postrados, lo que llamamos la «oración materna»: una oración espontánea y confiada que abarca todas las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo.
2. La mañana: santa misa, lectio divina, estudio
06.30 o 06.45: Levantarse.
07.00: Oficio de Prima, seguido del Ángelus. Oración o lectura preparando las de la misa.
08.00: Misa conventual en la iglesia. Después, para los padres, celebración de la misa en soledad, en una capilla. Para los hermanos, oración y luego comienzo del trabajo.
10.00: Oficio de Tercia, en la celda. Después ‘lectio divina’, estudio.
Repuesto del largo oficio nocturno, el cartujo se levanta alrededor de las 06.30 a.m. para estar listo para el oficio de Prima, seguido del Ángelus. No toma desayuno.
La misa conventual reúne por segunda vez a la comunidad en la iglesia. Siempre es cantada, según la tradición gregoriana cartujana. «Eucaristía» es una palabra de origen griego que significa «acción de gracias». Designa aquella acción litúrgica que reúne a los fieles para celebrar el misterio de nuestra Redención, memorial de la ofrenda perfecta del Hijo de Dios a su Padre en la Cruz, que revivimos con él; actualización de su sacrificio santo, de sus palabras y sus gestos sobre el pan y el vino: «Este es mi Cuerpo… esta es mi Sangre, que se entregan por vosotros». Él, que se entrega en alimento espiritual para sostener el camino de sus discípulos.
La Eucaristía es fuente de vida espiritual y cúlmen de toda la vida de la Iglesia. Cristo, el mismísimo Hijo de Dios, se hace presente entre nosotros. Viene para darnos su gracia y su fuerza, para llevarnos con él y asociarnos a la ofrenda de amor y de alabanza que hace a su Padre. En este impulso hacia el Padre, venimos con todo lo que tenemos y todo lo que somos; traemos todos los momentos de nuestra vida consagrada a Dios. Esta ofrenda común, de Cristo y de los suyos, repercute luego en gracias sobre toda la humanidad.
Puesto que la acción de Cristo se realiza continuamente en la Eucaristía, el sacerdote, cuando celebra la misa, lleva a cabo lo que constituye su razón de ser principal. Por eso, antes o después de la misa conventual, cada monje sacerdote celebra una misa leída en soledad. El rito es aún más sobrio. Momento de gran intimidad con Cristo. En esta celebración el cartujo comprende, más que en cualquier otro momento, que su soledad no lo sitúa fuera del mundo, sino en el corazón mismo del proyecto divino.
La lectio divina es la lectura meditada, orante, de la Biblia. La tradición monástica quiere que se le reserve al menos una media hora todos los días. Normalmente el resto de la mañana se dedica a los estudios sagrados o a la lectura espiritual.
Aproximadamente cada dos horas, los oficios de Tercia, Sexta y Nona, llamados «Horas Menores», marcan el ritmo de la jornada del monje, para hacerlo volver siempre a la oración.
3. Mediodía y tarde: comida, recreación, trabajo manual
12.00: Ángelus. Oficio de Sexta. Comida.
Después de la comida sigue un tiempo llamado «recreación», que se puede utilizar libremente.
14.00: Oficio de Nona. Para los padres normalmente sigue un tiempo de trabajo manual en la celda. Los hermanos conversos vuelven a su trabajo en las obediencias.
A mediodía un hermano deposita en el ventanillo la comida del monje para el día. El cartujo come solo, después de recitar el oficio de Sexta. Con exclusión de la carne, de la que se abstiene toda su vida por espíritu de sacrificio, su dieta está compuesta por hortalizas, cereales, pescado, huevos, quesos, frutas; todo está previsto para que la comida principal satisfaga las necesidades nutritivas del día.
Una vez por semana, normalmente los viernes, hace «abstinencia», es decir, se contenta con pan y agua.
El tiempo que sigue a la comida, hasta las 02 p.m., no tiene un destino definido. Mantenimiento de la celda, jardinería, descanso, el cartujo se ocupa de la «custodia del corazón», atento siempre a fijar la mirada en Aquel que lo habita, haga lo que haga…
El equilibrio entre estudio y trabajo manual es propio de cada uno, de conformidad con el Prior (o el maestro de novicios). Porque es necesario ajustar el ejercicio de las diversas actividades para asegurar el mejor equilibrio humano a largo plazo. La longevidad de los cartujos es proverbial.
En verano, el trabajo manual consiste principalmente en la jardinería (el monje puede cultivar flores o verduras), aunque también puede dedicarse a la encuadernación, al torno de madera, y a otras actividades según las habilidades de cada uno. En invierno, según las casas, es sobre todo la «leñera» la que ocupa al monje: cortar madera para calefaccionarse con la estufa en el clima riguroso de la montaña. Pero el trabajo también puede consistir en prestar un servicio a un hermano enfermo o a la comunidad, por ejemplo, ayudar en la costura, en la secretaría o cualquier otra tarea dictada por las necesidades de la vida común.
4. Fin de la jornada
16.00: La campana indica el final de las actividades. Vísperas de la Virgen María en la celda.
16.15: Vísperas en la iglesia y a continuación regreso a la celda.
17.00: Lectura espiritual. Oración.
Entre 18.00 y 18.30: Colación.
18.45: Ángelus y oficio de Completas.
Entre 19.30 y 20.00: Acostarse.
El oficio de Vísperas (palabra procedente del griego «hésperos» que significa «puesta del sol»), cierra la tarde. Hora de la conclusión agradecida de la actividad, del retorno a la calma. En este oficio, la fraternidad monástica eleva su acción de gracias regocijándose por la presencia de su Señor y permanece a la espera de su regreso definitivo.
Al regreso de Vísperas y antes del oficio de Completas, el cartujo toma una colación o una comida ligera. Durante el gran ayuno, que llamamos «ayuno de Orden» (que se extiende desde el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, hasta Pascua) esta colación se reduce a pan con una bebida, a excepción de los domingos y solemnidades. En los viernes en que no cae solemnidad el ayuno es a pan y agua.
Retornando a su oratorio antes de acostarse, el cartujo corona su jornada con la última oración del día, las Completas (del latín «complere», completar, acabar). Una última vez presenta a Dios su alabanza y las preocupaciones del mundo entero, e implora su protección para la noche. Fue un día sereno pero intenso, ahora puede descansar.
Además de los momentos establecidos por la oración litúrgica de las Horas, el cartujo está invitado a dedicar momentos de oración personal durante el día, a profundizar su relación personal con Jesucristo, para llegar, en la medida de lo posible, a la oración continua.